miércoles, 20 de mayo de 2015

Baños de contraste en traumatismos agudos

Recientemente leía un blog donde se hacían comparaciones de diversas técnicas para el tratamiento de lesiones agudas; en él, el autor elucubraba respecto a los protocolos ya establecidos en la literatura científica, desde el RICE hasta el MEAT. Y aunque su entrada no carece de fundamentos lógicos ni científicos, hubo algo que me llamó la atención pero que ya había yo leído muchísimas veces en otros blogs y visto entre los colegas o compañeros de trabajo: la recomendación de los baños alternos o de contraste. Sorprendentemente y a diferencia de otras ocasiones el autor del blog, después de la recomendación, pregunta: ¿por qué no? Y a partir de esa interrogante comienzo a escribir esto.

No, no sólo es porque se ve pésimo
Los baños de contraste son utilizados frecuentemente en la clínica diaria y recomendados por multitudes en lesiones agudas o postraumáticas desde hace más de 2000 mil años. Estos, consisten en la introducción alternada de uno o ambos miembros distales en recipientes de temperatura antagónica, bajo el argumento de que la dilatación-constricción producidas por el cambio de temperatura inmediata generan en los vasos sanguíneos un efecto de bombeo que favorece a la resolución de la inflamación y el edema, pero ¿estamos seguros de esto? Yo, personalmente, no. Expongo brevemente por qué. 


1) El edema no se absorve por el sistema vascular

Merrick (2007) describe que el efecto de bombeo ya mencionado revela gran ignorancia respecto a la fisiología del edema, puesto que el edema característico de un estadío agudo no es absorbido por el sistema vascular. Además, asegura, la teoría del efecto de constricción-dilatación de los vasos "ha sido refutada hace mucho", puesto que a diferencia de lo que se cree, los baños de contraste no generan cambios significativos en los sistemas (Menetrier, 2015). 





2) No generan cambios en el flujo sanguíneo

No solo no generan cambios significativos en los sistemas, sino que ni siquiera han logrado demostrar alterar el flujo sanguíneo en sujetos sanos como enfermos (Menetrier et al, 2015; Petrofsky, 2007). Además, y por si fuera poco, la temperatura de la piel no se relaciona necesariamente con la temperatura intramuscular ni con el flujo sanguíneo local, por lo que resulta un mal predictor clínico y una pobre referencia (Jutte, 2001), signos que sin duda pueden provocar confusiones para algunos.


3) Se cristalizan proteínas

Adentrándonos un poco más en la fisiología, podremos hablar de las HSP, las proteínas de respuesta al estrés. Estas proteínas son fundamentales para la protección celular, sobre todo cuando se trata de estrés térmico (de ahí el significado de sus siglas: Heat Shock Proteins). Estas proteínas se activan cuando se presenta cualquier situación estresante para el organismo, es decir, cualquier condición en la cual se superan las fluctuaciones normales de las funciones orgánicas. En otras palabras: las HSP se accionan ante cualquier indicio de alteración homeostática local. Por lo tanto, si jugamos con variaciones de temperaturas opuestas, el organismo entrará en un shock térmico debido a la alteración fluctuante de la zona y como consecuencia ocurrirá una cristalización de las proteínas. Y eso es así de malo como suena.




4) Necesitas una muy buena razón para querer quitar la inflamación

En algunas ocasiones, las HSP puedes ser responsables de ciertos procesos inmunosupresores. Sin embargo el proceso de inflamación es el componente más importante en la reparación de los tejidos (Signori, 2014; Gauldie, 2007) ante el daño provocado por agentes biológicos, químicos, físicos o mecánicos. Y aunque dolorosa y limitante, la inflamación en primera estancia es una respuesta reparadora favorable y justificada por y para el organismo (Bekeron, 2012). En estadíos agudos es una muy mala idea querer deshacerte de ella. 




5) No existe evidencia que los respalde

Para terminarla de acabar, la evidencia científica no valida el uso de los contrastes. Si bien hay estudios que aseguran su eficacia frente a otras técnicas, ninguno ha podido confirmar su uso terapéutico. Por lo que en resumen respecto a la evidencia científica disponible podemos destacar dos cosas:

1. Hay pocos estudios de calidad que soporten el uso de baños de contraste (Bieuzen, 2013).

2. Aunque hay bastantes protocolos, no existe ninguno que se considere óptimo (Hing, 2008).


Independientemente de si hay estudios que aceptan su eficacia o protocolos que han resultado exitosos, yo opino que mientras no exista evidencia confiable sobre una correcta dosificación o una fuente válida de aplicación, no deberían utilizarse ¿o es que tú le colocarías a un paciente algún agente sin estar confiado de su dosificación ni estar seguro de los efectos locales y/o sistémicos que estás provocando? Yo no.  Y es por eso (entre otras cosas) que yo no uso, ni recomiendo, el uso de contrastes.

¿Tú por qué sí?


Referencias:

Bieuzen F, Bleakley C & Costello J (2013) Contrast Water Therapy and Exercise Induced Muscle Damage: A Systematic Review and Meta-Analysis. PLoS ONE 8(4): e62356.

Hing W, White S & Bouaaphone A. (2008) Contrast Therapy—A systematic review. Physical Therapy in Sport. 148-161.


Merrick. M. (2007) Physiological basis of physical agents. Magee, D., Zachazweski, J., & Quillen, W. Scientific Foundations and principles of practice in muscoskeletal rehab. St. Louis: Saunders, Elsevier.

Jutte L, Merrick M & Ingersoll C (2001) The relationship between intramuscular temperature, skin temperature, and adipose thickness during cryotherapy and rewarming. Arch Phys Med. 82(6):845-50.

Gauldie, J. (2007) Inflammation and the aging process: devil or angel. Nutr Rev. 65(12 Pt 2):S167-9.

Menetier et al (2015) Changes in femoral artery blood flow during thermoneutral, cold and contrast-water therapy. J Sports Med Phys Fitness. 55(7-8):768-75.

Petrofsky et al (2007) Effects of contrast baths on skin flow on the dorsal and plantar foot in people with DM2. Physic Ter Pract. 23(4):189-97.

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